Jerez de la Frontera, un nombre que evoca historia y tradición, guarda entre sus calles el eco de un pasado fascinante. Nos adentramos hoy en uno de los vestigios más impresionantes de aquella época: su muralla de Jerez. Este formidable conjunto defensivo no solo protegía a sus habitantes, sino que también era el corazón de la vida urbana, un espacio donde la seguridad y el comercio convivían en perfecta armonía.

El viaje a los orígenes de esta ciudad nos lleva al año 844, momento en el que las primeras referencias escritas sobre Jerez de la Frontera comienzan a emerger. En un principio, durante el declive del Califato y el surgimiento de los reinos de Taifas, Jerez era un pequeño asentamiento, conectado directamente con el Reino de Arcos. Sin embargo, a mediados del siglo XII, tras la decadencia de los almorávides, la ciudad experimentó un breve periodo de autonomía. Fue la llegada de los almohades la que transformó por completo su destino, otorgándole una relevancia política y económica sin precedentes. Con ellos, la ciudad de Jerez, junto a su icónico alcázar, se erigió como un núcleo urbano de considerables dimensiones, dando paso a la construcción de la imponente muralla de Jerez que hoy conocemos. Aunque hubo un amurallamiento previo, de dimensiones mucho más reducidas y cuyo trazado exacto aún es un misterio, fue bajo el dominio almohade cuando la defensa de la ciudad alcanzó su máxima expresión.

El diseño y la función de la muralla de Jerez

La estructura de la muralla de Jerez presenta una forma de cuadrado irregular, con cuatro puertas estratégicamente ubicadas en cada uno de sus lados. Este recinto amurallado, con un perímetro de tres kilómetros, estaba salpicado de torres dispuestas a intervalos regulares. Estas torres, en su mayoría rectangulares y macizas hasta la línea de la muralla, incluían dos excepciones octogonales: una en el vértice sur del alcázar, que se conserva en perfecto estado, y otra en el recinto amurallado de la ciudad, justo en la esquina formada por las calles Porvera y Ancha. La vida en la ciudad medieval estaba intrínsecamente ligada a la protección de sus muros. Como cualquier asentamiento de la época, ya fuese musulmán o cristiano, Jerez cumplía dos requisitos fundamentales: ser una fortaleza inexpugnable y un vibrante mercado. Los muros eran considerados sagrados, un refugio seguro para sus habitantes. Fuera de ellos, la vida con garantías era impensable.

Los accesos a la ciudad se realizaban exclusivamente a través de las cuatro puertas (de Santiago, de Sevilla, del Real y de Rota), desde donde partían los caminos que conectaban con las principales ciudades del entorno. Estas puertas se cerraban al anochecer para garantizar la seguridad. Además, las entradas no eran directas, sino que se diseñaban en recodo, con varios giros, formando parte integral de las defensas de la ciudad. Esto dificultaba cualquier intento de asalto directo, convirtiendo cada acceso en una parte activa de la protección de Jerez. La historia de la muralla de Jerez es un testimonio silencioso de épocas pasadas, un recordatorio de la importancia estratégica y cultural de esta ciudad andaluza.

Explora la historia de Jerez visitando sus monumentos, te recomendamos pasear por el Alcázar de Jerez y sus jardines. También puedes descubrir la Catedral de Jerez y su arquitectura.

En la fotografía la muralla de Jerez de la Frontera (Ángelo Dávila) © Archivo Histórico Municipal

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