La vida en las ciudades a veces se asemeja al cauce de un río. En Jerez de la Frontera, en su centro histórico, mermado comercialmente en los últimos tiempos, y al modo de los torrentes de agua que buscan su cauce natural, observamos un enclave urbano permanentemente abierto al bullicio de los jerezanos y de los foráneos, con intensa actividad de ocio y comercial, y que se desarrolla en el entorno de la plaza Plateros, cuya misma toponimia ya retrae a circunstancias históricas que son las que queremos referir en los siguientes renglones. Este espacio singular, a pesar de las vicisitudes económicas que han afectado al tejido comercial del centro urbano, mantiene una pulsión vital propia, atrayendo tanto a quienes buscan revivir la historia de Jerez como a quienes simplemente desean disfrutar de un café al sol o de una tarde de compras. Es un punto de encuentro natural, un cruce de caminos donde el pasado y el presente conviven de manera armoniosa, ofreciendo una experiencia única a quien se detiene a observarla y sentirla. El encanto de la plaza Plateros reside precisamente en esa capacidad de conjugar su profundo legado histórico con la efervescencia de la vida cotidiana.

Raíces históricas y urbanismo

El encanto de la plaza Plateros

Acerca del origen histórico de Jerez muchas son las circunstancias reseñadas, muchas de ellas legendarias y otras fantasiosas, pero la terca arqueología no deja vislumbrar restos que antecedan al siglo XII, cuando la ciudad almorávide se vio invadida y destruida por los ataques del rey castellano Alfonso VII en 1133, arruinando sus muros. Es en este momento crucial cuando comienza a perfilarse lo que sería la actual ciudad de Jerez de la Frontera y su cerca amurallada, de la que hoy aún podemos contemplar amplios restos y que tenemos noticia a través de diversos documentos históricos. Estas murallas se levantaron dibujando una nueva planta cuadrangular, un diseño estratégico propio de la época, con cuatro puertas principales dispuestas simétricamente en la mitad de cada uno de sus lados. Estas puertas, configuradas a modo de pequeñas alcazabas defensivas, controlaban el acceso a la ciudad. En uno de sus ángulos, aprovechando la parte más alta del terreno para una mejor defensa, se erigió el alcázar, un palacio fortificado que serviría de residencia a reyes musulmanes y cristianos a lo largo de los siglos, testigo mudo de innumerables acontecimientos.

En este alcázar podemos tener el antecedente más antiguo de lo que debió ser la ciudad primigenia de Jerez de la Frontera. Surge la pregunta sobre qué ciudad atacó Alfonso VII en el siglo XII y qué cerca amurallada destruyó exactamente. Es probable que entorno al castillo, en la vaguada que se derrama hacia el Arroyo, se estableciera un pequeño núcleo urbano de poca entidad a la llegada de los musulmanes en el siglo VIII. Este asentamiento, aunque modesto al principio, fue adquiriendo importancia a lo largo de los siglos y en período de los almorávides (siglo XI) debió contar con una pequeña cerca amurallada que, arrancando del primitivo alcázar, protegiera este caserío en crecimiento. Según se observa del entramado urbano actual, especialmente al estudiar las calles y la disposición de los edificios, parece que el entorno de la plaza Plateros debió ser originalmente un arrabal extramuros de aquella ciudad primitiva. Este espacio quedó integrado dentro de la nueva cerca amurallada que diseñaron almorávides y almohades en el siglo XII, justo después de la destrucción provocada por el rey castellano. Aquel entorno extramuros, al estar fuera de los muros, pudo estar organizado alrededor de un mercado, un espacio abierto para el intercambio de mercancías. Al ser engullido por el urbanismo de la nueva ciudad almohade, conservó por inercia su impronta comercial, una vocación que tendría su desarrollo y consolidación a lo largo de los siglos medievales, modernos y contemporáneos, marcando para siempre el carácter de la plaza. Esta continuidad comercial es uno de los pilares de su identidad.

Un corazón comercial latente

El encanto de la plaza Plateros

En esta plaza Plateros observamos varias circunstancias destacables que confirman su importancia histórica y urbanística. Ella es el ensanche central y natural entre la puerta de Santiago, la de Sevilla y la Puerta del Real, tres de los accesos principales a la ciudad intramuros. En ese lugar estratégico, de importantísima función comercial desde tiempos inmemoriales, se establecía la alcaicería musulmana, un espacio dedicado a la compraventa de artículos de lujo, bienes preciados que atraían a mercaderes de diversos lugares. También se encontraba la alhóndiga, que no solo servía como espacio de venta, sino también de descanso y hospedaje para los mercaderes foráneos que visitaban la ciudad musulmana de Sharis (nombre que luego castellanizó en Xerez y finalmente en Jerez) para sus intercambios comerciales. La calle Francos, una arteria importante orientada desde la plaza Plateros hacia la puerta de Santiago, hace referencia a un espacio franco, es decir, libre de alcabalas o impuestos asociados a la venta de artículos procedentes de fuera de la ciudad o de la región. Era un lugar privilegiado donde se establecerían puntos de ventas de mercaderes y artesanos. Esta concentración de oficios se deduce fácilmente de los nombres de las calles cercanas: Carpinterías, la Alta y la Baja, o la de Chapinería, haciendo referencia a un calzado típico de origen medieval que nos ha dejado su huella en la toponimia de la ciudad. La calle Tornería, que arranca directamente desde la plaza Plateros, es la que se alinea hacia la puerta de Sevilla, la bad Isbilya musulmana, cuyo nombre también hace referencia al uso profesional por la presencia del gremio de los torneros, artesanos que trabajaban la madera o el metal. Lindando con Plateros está también la calle de Sedería, que se asocia directamente a este artículo de lujo, la seda, propio de la descrita alcaicería. La propia calle de los Plateros se convertiría con el tiempo en el nombre principal de esta emblemática plaza, consolidando su identidad ligada a los oficios y el comercio.

Esta dinámica actividad económica, tan característica de las ciudades musulmanas, solía estar íntimamente asociada a la mezquita al-hama, o mezquita mayor de la ciudad, el centro espiritual y social. Es muy probable que esto ocurriera en Jerez en el entorno de la plaza Plateros y su anexa iglesia gótico-mudéjar de San Dionisio con su singular torre de la Atalaya, construida entre los siglos XIV y XV. Esto hace pensar que en Jerez, dicho templo debió funcionar, en su edificación anterior, como mezquita al-hama. Y que los almohades, como hicieron en Sevilla desde la iglesia del Salvador a su actual Catedral, trasladaron en Jerez aquella mezquita mayor a un nuevo emplazamiento, al lugar de nuestra actual Catedral, donde sabemos por documentos históricos que se alzaba la mezquita al-hama cuando se produjo la conquista cristiana. La conexión entre el centro espiritual y el centro comercial era fundamental en el urbanismo medieval.

Vida actual entre historia y ocio

El encanto de la plaza Plateros
Plaza Plateros 2016 © César Pérez Pacheco | jerezsinfronteras.es

Expresión de la importancia central y pública de este espacio urbano es que en esta plaza Plateros se levantaba la picota, donde se exponían públicamente los restos humanos de los ajusticiados, al menos hasta el siglo XV, como advertencia y escarmiento para la población. Un recordatorio de la justicia de la época. O en los muros de la iglesia de San Dionisio, que se alzan majestuosos hacia esta plaza, a los pies de la bonita torre de la Atalaya, se establecía un punto vital para la vida cotidiana: el punto de venta del agua de la Alcubilla. Este se situaba bajo unos soportales, un espacio cubierto que ofrecía resguardo y que, además, era el lugar donde estaba instituido el Concejo Municipal, el gobierno local de la ciudad, antes de la construcción en 1575 del Cabildo en la cercana plaza de la Asunción, un edificio renacentista de primer orden en la edificación civil española de ese período. También a los pies de la citada torre de la Atalaya, se abría hacia la plaza Plateros, y desde la iglesia de San Dionisio, la capilla de San Antonio Abad (conocido popularmente como san Antón). En cuya terraza se alzaba la capilla de la Candelaria con altar a la calle, desde donde se decía misa en festividades señaladas, permitiendo a los fieles seguir la ceremonia desde la plaza. Aún hoy queda una terraza abalconada sobre unos locales comerciales anexos a la torre, que de alguna manera recuerdan aquél altar de la Candelaria de antaño, evocando imágenes de la vida religiosa y social del pasado.

La actual plaza Plateros, como en tiempos pasados, la compartimos los jerezanos con los forasteros, aquellos que vienen a conocer nuestra ciudad. Y en ella observamos, en pleno centro de Jerez, cómo entre sus terrazas de bares y comercios tradicionales la vida de la ciudad aparece revitalizada, con una energía propia que contrasta con otras áreas del centro. La antigua zapatería “El Gorila”, que conserva su nombre en la actual cervecería, fue la primera en abrir en estos nuevos tiempos de renacer para la plaza, marcando el inicio de su revitalización. Junto a ella, evocamos los ya desaparecidos, que forman parte de la memoria colectiva de la plaza, como el puesto de Migué, de venta tradicional de golosinas, un punto de encuentro para niños y mayores. O el barbero, que tenía su negocio en lo que debía ser la capilla de San Antón junto a la torre de la Atalaya, un oficio tradicional que forma parte de la identidad del barrio. O la “Droguería España”, ahora convertida en bar, pero que conserva su estampa tradicional, un recordatorio de los negocios que han animado esta plaza a lo largo del tiempo. Este dinamismo comercial estuvo presente en esta plaza desde su primitivo origen como plaza del Aljaifar en la ciudad musulmana, no viéndose afectada su actividad a lo largo de la historia por las crisis o cambios urbanísticos, sino al contrario, perdurando con igual vitalidad en ese mismo lugar a lo largo de los siglos. Como actualmente aún hoy disfrutamos, entrecruzando ahora el ocio con la historia, el patrimonio artístico con la actividad comercial. Es un ejemplo de resiliencia urbana y de cómo un espacio puede mantener su esencia a través del tiempo. Otros negocios de hostelería en la actualidad en la plaza Plateros con arraigo actual como La Gabriela Cocina Tradicional, Café Canela y Cafetería La Guinda, contribuyen a mantener viva esta tradición de la plaza como punto de encuentro y disfrute, ofreciendo una variada oferta a quienes la visitan.

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