Sumérgete en el rico vocabulario jerezano. De «majarón» a «chuminá», exploramos las expresiones que dan vida a nuestra tierra y nos hacen únicos. ¡Descubre el sabor de nuestras palabras!
De ‘majarón’ y ‘guarnío’: Aprende jerezano en un minuto
¡Ay, Jerez, mi Jerez! Hoy me encuentro guarnío, y no puedo evitar sonreír al decirlo. ¡Qué palabra tan nuestra! Tan llena de matices, de historia, de… Jerez. Y es que, ¿a poco que no es una gozada poder decir que uno está guarnío? Es una sensación, un estado del alma que solo se puede expresar con esta palabra, tan nuestra, tan de aquí.
El sabor de nuestras palabras
Y es que en Jerez de la Frontera tenemos un don para darle sabor a las palabras. No decimos simplemente que hemos comido mucho, no señor. Decimos que estamos engollipaos (o engoñipaos), con la barriga llena hasta arriba, listos para echar una buena siesta. Y si nos pasamos con el riego de las plantas, no decimos que están encharcadas, ¡qué va! Decimos que están enguachinnás, bien remojadas, como deben estar.
De chico, no pedía porras, ¡qué va!, pedía churros, ¡de los de verdad! Y no iba a las atracciones, ¡no, no!, iba a los cacharritos, con la ilusión de subirme una y otra vez. Y a lo largo de mi vida, me he cruzado con más apollardaos que tontos, con más enortaos que despistados. Pero, curiosamente, nunca me he topado con ningún antipático, solo con algún malaje o saborío, de esos que te amargan el día con su cara larga.
Un universo de expresiones únicas
Aquí, en Jerez, lo mucho es una jartá o una pechá, y lo poco es una mijita. No damos paseos, ¡damos vueltas!, disfrutando del aire y del ambiente. Lo que está muy sucio, no está simplemente sucio, está empercochao, lleno de mugre. Y lo que limpiamos a fondo, lo dejamos escamondao, como los chorros del oro.
Si a uno se le va la olla, no se vuelve loco, se queda majarón, con la cabeza en las nubes. Y si alguien da mucho la lata, no es pesado, es un pejiguera, que no deja a nadie en paz. Los borrachos, que aquí son papaos, no caminan sin rumbo, ¡dan camballás!, tambaleándose de un lado a otro. Y la gente de Jerez no odia la mentira, ¡odia el falserío!, la hipocresía y la falsedad.
Lo que se rompe, no se rompe sin más, se descuajaringa, se hace añicos. Y lo que está pasado de fecha, no está caducado, está revenío, con mal aspecto. Los cobardes no son miedosos, son jiñaos, que se asustan por cualquier cosa. Y lo que está muy visto, no es común, está mu manío, demasiado repetido.
Por expresiones como estas, y las miles que se quedan en el tintero, cada día me enamoro más del andalú, de nuestro andalú, del de Jerez. Y quien se atreva a decir que hablamos mal, que se moleste en entendernos, que escuche con atención, y verá cómo le coge el gustillo. Porque en nuestras palabras hay historia, hay cultura, hay alma. Hay Jerez.
Así que, la próxima vez que escuches a un jerezano decir que está guarnío, que te cuenten una chuminá o que te inviten a dar una vuelta, no te extrañes. Simplemente, déjate llevar por el encanto de nuestro lenguaje, por la riqueza de nuestras expresiones. Porque, al fin y al cabo, eso es lo que nos hace únicos.
Hasta la próxima, ¡y que conste que lo que acabo de soltar no es ninguna tontería, sino una chuminá!
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