
El anuncio de la luz verde por parte de la Comisión de Patrimonio Histórico para la renovación integral del parque infantil en la Plaza del Progreso ha generado más escepticismo que entusiasmo. Sí, la ciudad necesitaba una instalación nueva, adaptada a la normativa vigente y dotada de elementos de juego homologados para la seguridad de los más pequeños, como se ha justificado. Sin embargo, la elección del momento para iniciar las obras es, cuanto menos, cuestionable. Justo cuando Jerez de la Frontera se prepara para su época más vibrante y de mayor afluencia, con las Zambombas y la Navidad a la vuelta de la esquina, el corazón de este populoso barrio se verá envuelto en vallas, tierra y el inevitable sonido de la maquinaria, comprometiendo el espíritu festivo en la Plaza del Progreso.
El retraso crónico de la obra pública
La necesidad de sustituir la actual instalación de la Plaza del Progreso no es un capricho de última hora. La obsoleta instalación, que no cumplía con la normativa moderna, ha estado presente durante años. La pregunta que los vecinos y comerciantes se hacen es: ¿Por qué se ha esperado hasta la víspera de la temporada alta de la ciudad para actuar? La época de Zambombas es crucial para el pequeño comercio y para la imagen turística y social de Jerez. Una obra de esta envergadura en un punto neurálgico no solo resta espacio de encuentro, sino que también introduce una molestia sonora y visual en un momento donde se busca precisamente lo contrario: ambiente y celebración.
Seguridad sí, ¿pero cuándo disfrutaremos de la nueva Plaza del Progreso?
Nadie discute la importancia de la seguridad y la adaptación normativa. Es un imperativo cívico. Pero la gestión del tiempo es un arte en la administración pública, y en este caso, parece haberse fallado estrepitosamente. Dar luz verde a unas obras que transformarán por completo un espacio tan utilizado y querido como el de la Plaza del Progreso implica aceptar un periodo de disrupción. Si estos trabajos se hubieran programado en periodos de menor actividad, como tras la Semana Santa, el impacto negativo sobre la vida social y económica habría sido notablemente menor. Ahora, miles de jerezanos y visitantes verán cómo uno de los espacios lúdicos y de esparcimiento queda inutilizado, justo cuando más se necesita para el disfrute familiar durante estas fechas.
La Comisión de Patrimonio ha cumplido su parte al autorizar la sustitución de la instalación por otra completamente nueva. La pelota está ahora en el tejado de quienes deben ejecutar la obra con la máxima celeridad y, sobre todo, con la mínima interferencia. La ciudadanía espera que esta renovación, aunque tardía y mal programada, suponga un avance significativo y que la nueva Plaza del Progreso pueda ser disfrutada plenamente en cuanto sea posible, minimizando el tiempo que sus vallas entorpezcan la alegría de la Navidad. Es una pena que la tan necesaria mejora llegue envuelta en el halo de la mala planificación temporal.
Fotografía © César Pérez Pacheco | jerezsinfronteras.es
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