
Descubre la fascinante conexión entre William Shakespeare y el vino de Jerez. Desde citas en sus obras hasta su popularización en la corte inglesa, explora el legado histórico de este caldo andaluz.
El gran William Shakespeare, a través de su inolvidable personaje de Falstaff, dejó para la posteridad una declaración de amor incondicional hacia el vino de Jerez. «Si mil hijos tuviera, el primer principio humano que les inculcaría sería abjurar de brebajes ligeros y dedicarse al jerez», afirmaba con rotundidad este pícaro entrañable en El Rey Enrique IV. Esta contundente afirmación convierte al genial dramaturgo inglés en una figura clave, quizás el primer gran embajador de los vinos de nuestra tierra en el tránsito del siglo XVI al XVII. Que un personaje tan popular y recurrente en su obra ensalzara de esta manera el jerez nos da una idea de lo bien considerado que era ya entonces este vino allende los mares.
El bardo, embajador del jerez
La pasión de Shakespeare por el jerez no era un secreto en su época. En sus obras, el término «sherrish» o «sherrish sack» aparece nada menos que en 50 ocasiones, distribuidas a lo largo de ocho de sus creaciones más destacadas. Esta recurrencia subraya la familiaridad y el aprecio que el autor sentía por este caldo. Pero, ¿cómo llegó el vino de Jerez a ser tan popular en la Inglaterra isabelina? La respuesta se encuentra, en parte, en un audaz acto de piratería. En 1585, el famoso corsario inglés Francis Drake llevó a cabo un saqueo en Cádiz, llevándose consigo un botín considerable que incluía miles de botas de vino de Jerez. Este hecho, aunque traumático para la ciudad, tuvo un efecto inesperado: popularizó el consumo de jerez en la corte de la Reina Isabel I. De repente, este vino andaluz se convirtió en una bebida codiciada y asociada a cierto prestigio. La conexión entre Inglaterra y el jerez quedó así sellada, con Shakespeare como uno de sus más fervientes defensores.
Falstaff no se limitaba a una simple mención. En su famoso monólogo, describe con entusiasmo los efectos del jerez: «Un buen jarro de jerez produce un doble efecto: Primero, sube al cerebro, diseminando allí todos los tontos, obtusos y agrios vapores que lo rodean, lo hace sagaz, vivo, inventivo, lleno de ligeras, ardientes y deliciosas formas que, entregadas a la voz que les da vida, se convierten en excelente espíritu. La segunda propiedad de vuestro excelente jerez es calentar la sangre, la que antes fría y pesada deja al hígado blanco y pálido, que es el distintivo de la pusilanimidad y la cobardía, pero el jerez la calienta y la hace correr del interior a todos los extremos. Ilumina la cara que, como un faro, da la señal a todo el resto de este pequeño reino, el hombre, de armarse; entonces toda la milicia vital y los pequeños espíritus internos se forman detrás de su capitán, el corazón, que grande y soberbio se atreve a cualquier empresa valerosa. Y todo ese valor viene del jerez». Estas palabras, puestas en boca de un personaje tan querido, no hacen sino reforzar la imagen del jerez como un vino con carácter, capaz de inspirar ingenio y valentía.
Un legado milenario en la tierra del jerez
La relación entre Jerez y el vino es mucho más antigua que la época de Shakespeare. El cultivo de la vid y la elaboración de vinos han sido elementos centrales en la historia de nuestra comarca durante milenios, remontándose incluso a tiempos fenicios. Las condiciones climáticas únicas de la zona, la composición particular de los suelos albarizos y una serie de circunstancias históricas ligadas a nuestra privilegiada ubicación geográfica han propiciado el desarrollo de una vitivinicultura genuina y reconocida a nivel mundial. Esta singularidad ha llevado a que el jerez haya sido objeto de numerosas imitaciones a lo largo de la historia, aunque ninguna ha logrado igualar su autenticidad. Por ello, los viticultores y bodegueros del Marco de Jerez siempre han mostrado una gran preocupación por preservar las características distintivas de sus vinos y proteger el rico patrimonio cultural y económico que han construido durante siglos. Desde las Ordenanzas del Gremio de la Vinatería de Jerez en el siglo XVI hasta la creación del primer Consejo Regulador de España en 1935, la defensa de la calidad y la autenticidad del jerez ha sido una constante.
La riqueza y diversidad de los vinos generosos
Las Denominaciones de Origen Jerez-Xérès-Sherry y Manzanilla Sanlúcar de Barrameda son las responsables de la producción de una amplia gama de vinos generosos: finos y manzanillas, amontillados, olorosos, palos cortados y vinos dulces. Estos vinos fortificados se caracterizan por una graduación alcohólica que oscila entre los 15 y los 22 grados. A diferencia de otros vinos, la mayoría de los jereces no son vinos de añada, sino que se crían mediante el peculiar sistema de soleras y criaderas. Este método consiste en la mezcla progresiva de vinos de diferentes edades, donde los vinos más jóvenes de las criaderas superiores van pasando a las botas de las soleras inferiores, hasta obtener una mezcla homogénea y estable que finalmente se embotella. En algunos casos, el vino puede pasar más de treinta años envejeciendo en estas botas.
Dentro de esta rica variedad, encontramos los finos y las manzanillas, que se distinguen por su crianza bajo una capa de levaduras conocida como velo de flor. Esta capa impide el contacto directo del vino con el aire, evitando su oxidación. En contraste, la crianza de los olorosos es oxidativa, es decir, se realiza sin la protección del velo de flor. Los finos, originarios de Jerez, y las manzanillas, exclusivas de Sanlúcar de Barrameda, presentan una gama de colores que va desde el amarillo pajizo hasta el dorado pálido, con aromas y sabores característicos de su crianza biológica. Los amontillados, con un color ámbar más o menos intenso, combinan las características de la crianza biológica y la oxidativa. Los olorosos, con su crianza exclusivamente oxidativa, exhiben colores que van del ámbar intenso al caoba y aromas muy pronunciados. El palo cortado, un vino singular, ofrece aromas que recuerdan al amontillado y un sabor similar al oloroso. Además, el Marco de Jerez produce una amplia variedad de vinos dulces como el cream, el pale cream, el Pedro Ximénez y el Moscatel, cada uno con sus propios matices de color, aroma y sabor. La variedad de uva predominante en el Marco de Jerez, que abarca los municipios de Jerez de la Frontera, El Puerto de Santa María, Sanlúcar de Barrameda, Chipiona, Rota, Chiclana de la Frontera, Puerto Real, Trebujena y Lebrija, es la Palomino. Sin embargo, para la elaboración de algunos vinos dulces también se utilizan las variedades Pedro Ximénez y Moscatel.
En definitiva, la historia del vino de Jerez es una historia fascinante, marcada por siglos de tradición, un terroir único y el reconocimiento de figuras tan influyentes como William Shakespeare. Un brindis con historia que sigue vivo en cada copa de este excepcional vino andaluz.
En la imagen de cabecera: Orson Welles como Fasltaff, en la película Campanadas a medianoche, ante una bota de vino