Analizamos la responsabilidad individual y la culpa colectiva en la sociedad actual y la justicia histórica.
En las últimas décadas, el debate social ha dado un giro inesperado. Hemos pasado de buscar la igualdad de derechos y oportunidades —un objetivo noble y compartido por la gran mayoría— a una narrativa que parece exigir una rendición de cuentas a individuos actuales por injusticias históricas de las que no son responsables. Esta tendencia a colectivizar la culpa es especialmente visible en el trato hacia el hombre contemporáneo, a quien a menudo se le adjudica una deuda moral basada exclusivamente en su género, ignorando su trayectoria vital, su educación y sus actos personales.
Es fundamental recordar una premisa básica de la justicia: los que cometieron las faltas en el pasado ya no están, y los que estamos hoy no somos los mismos. No se puede, ni se debe, heredar la culpa de generaciones anteriores. Un hombre que ha crecido en un entorno de igualdad, que ha visto a sus hermanas estudiar y triunfar, y que trata a sus compañeras con respeto absoluto, no puede ser el depositario del resentimiento acumulado por siglos de historia. La ética nos enseña que la responsabilidad es siempre individual; juzgar a alguien por el grupo al que pertenece, y no por lo que hace, es precisamente el tipo de prejuicio que los movimientos de progreso pretendían erradicar.
Cuando el activismo se transforma en una herramienta de señalamiento colectivo, se corre el riesgo de fracturar la convivencia. Muchos hombres que siempre han sido aliados naturales de la igualdad se sienten hoy expulsados de la conversación, silenciados por una «inquisición de las ideas» que no admite matices. Si la sociedad moderna desea avanzar hacia una equidad real, debe hacerlo desde la reconciliación y el reconocimiento del individuo, no desde el reproche constante. La verdadera igualdad se construye mirando al futuro de forma conjunta, dejando de exigir disculpas a quienes no han ofendido y centrándose en los valores que nos unen como seres humanos libres y responsables de nuestro propio presente.
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