Gibraltar sin Verja: El Peñón se abre al mundo (y a la Policía Nacional) tras 5 años de suspense diplomático.

Por fin, tras un lustro de incertidumbre post-Brexit, la Unión Europea y el Reino Unido han sacado de la chistera un acuerdo que promete dejar a Gibraltar sin Verja. Sí, lo ha leído bien: ese muro físico que durante tanto tiempo ha separado el Peñón de la Península Ibérica está a punto de convertirse en un recuerdo, o al menos eso nos dicen. Un «acuerdo histórico«, vociferaron al unísono el ministro español y el ministro principal gibraltareño, como si hubieran ganado la lotería diplomática.

El comisario europeo encargado de tan delicada misión, Maros Sefcovic, no se quedó atrás y lo calificó de «hito histórico«. Según él, este entendimiento político marca un nuevo capítulo en la relación de Gibraltar con la UE, beneficiando a todos y trayendo prosperidad. Claro, porque nada grita «prosperidad» como un acuerdo que tardó 5 años en gestarse y que aún necesita ser traducido a 24 idiomas y ratificado por innumerables parlamentos. ¡Una auténtica oda a la eficiencia!

Cuando el acuerdo es político, pero el tratado se hace de rogar

Este “acuerdo político definitivo sobre los aspectos fundamentales” suena maravillosamente bien en el papel. Asegura la salvaguarda de las posiciones jurídicas de España y el Reino Unido en materia de soberanía y jurisdicción, y oh, sorpresa, también se ha alcanzado como un “compromiso compartido con la seguridad europea”. Quienes lo firman confían en que el camino está despejado para que los equipos negociadores «ultimen rápidamente el texto jurídico completo«. Rápidamente, ya saben, en tiempo diplomático, que puede significar entre unas pocas semanas y el próximo siglo.

Las partes están seguras de que este acuerdo traerá “confianza, seguridad jurídica y estabilidad” a la vida de la población de toda la región. Y uno no puede evitar preguntarse si esa confianza incluye la de los equipos técnicos que ahora deben desentrañar la maraña legal, traducir cada coma a todas las lenguas oficiales y conseguir la aprobación del Consejo, del Parlamento Europeo y del Parlamento británico. El negociador europeo se ha declarado «absolutamente convencido» de que será ratificado. Es un «buen acuerdo«, dijo, como si no hubiera alternativa tras 4 años de negociaciones.

La Policía Nacional, invitada especial a la fiesta de Gibraltar sin Verja

El principal escollo de esta epopeya negociadora ha sido, cómo no, la gestión de los controles fronterizos una vez que se desmantele la Verja. Durante un tiempo, se barajó la idea de que agentes de Frontex, la agencia de fronteras europea, se desplegaran en Gibraltar. Pero, al final, la decisión salomónica ha sido otra: “controles fronterizos duales Gibraltar y Schengen en el puerto y el aeropuerto de Gibraltar”. Y aquí viene lo jugoso: ¡España realizará los controles Schengen completos!

Sí, la Policía Nacional será la encargada de esa tarea, lo que, según el ministro español, garantizará la libertad de circulación de personas y mercancías. Por su parte, el Reino Unido ha matizado que «la inmigración y la ley y el orden en Gibraltar seguirán siendo competencia exclusiva de las autoridades gibraltareñas«. Para apaciguar los ánimos (y las críticas), el Foreign Office ha comparado el modelo con el de la Policía francesa que opera en la estación de St Pancras en Londres. Una analogía que, sin duda, tranquilizará a los puristas de la soberanía. ¡Imaginemos a los turistas británicos preguntándose por qué la policía española les sella el pasaporte en el Peñón!

Tabaco, impuestos y el aeropuerto: la unión hace la fuerza (fiscal)

Más allá de los pasaportes, este acuerdo también aborda espinosos temas como la libre circulación de mercancías y la convergencia fiscal. Se acabaron las distorsiones, o eso prometen, gracias a “los principios de imposición indirecta que se aplicarán en Gibraltar, incluyendo el tabaco”. Sí, ese producto tan sensible que ha sido fuente de innumerables quebraderos de cabeza económicos en la región. Ahora, todo apunta a que el tabaco gibraltareño dejará de ser una ganga para algunos y una sangría para otros.

Además, una de las grandes victorias españolas ha sido el uso compartido del aeropuerto. El ministro español ha celebrado que este abrirá las puertas a vuelos comerciales tanto británicos como españoles y europeos, beneficiando a toda la comarca. El Reino Unido, por su parte, lo ve como una “oportunidad para que operen vuelos desde el aeropuerto gibraltareño a destinos en la UE, incrementando la conectividad de Gibraltar”. Una visión compartida que, con un poco de suerte, no terminará con una torre de control operada por dos equipos en idiomas distintos.

Finalmente, el acuerdo también incluye la creación de un “mecanismo de concertación obligatorio” para asuntos medioambientales, rellenos y vertidos, un mecanismo financiero para impulsar el desarrollo económico y social, y compromisos para combatir el blanqueo de capitales y proteger los derechos de los trabajadores transfronterizos. En resumen, un acuerdo integral que, si todo va según lo previsto, hará de Gibraltar sin Verja una realidad. Solo el tiempo dirá si esta nueva era de cooperación es tan idílica como la pintan, o si la burocracia compartida es aún más enrevesada que la Verja.

Imagen generada con IA

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