
Jerez de la Frontera, tierra de historia y tradiciones, guarda entre sus crónicas relatos de valentía que forjaron su carácter. Uno de ellos es la historia de Diego Fernández de Herrera, un caballero cuya audacia fue clave en un momento crítico para la ciudad. Su nombre resuena como ejemplo de arrojo y sacrificio en defensa de su tierra.
Un caballero de frontera
Diego Fernández de Herrera nació en Jerez en el siglo XIV. Proveniente de una familia con raíces en la ciudad desde su conquista definitiva a los musulmanes, creció en un ambiente marcado por la constante vigilancia y las escaramuzas fronterizas. Dedicado a la vida militar, participó en numerosas acciones defensivas. Esta experiencia, que incluso incluyó un periodo de cautiverio en tierras musulmanas donde tuvo la oportunidad de conocer su lengua y costumbres, forjó en él un profundo conocimiento del enemigo y una resiliencia excepcional. No era un caballero de salón, sino un hombre de acción curtido en la dura realidad de la frontera.
El sitio y un plan desesperado
El año 1339 trajo consigo una grave amenaza para Jerez. Abū Malik, conocido como el Infante Tuerto e hijo del rey de Marruecos de la dinastía de los Benimerines, puso sitio a la ciudad. Acampado con sus tropas cerca del río Guadalete, mantuvo a la población bajo asedio durante meses. La situación era desesperada; las defensas se veían presionadas y la ayuda de Alfonso XI de Castilla no llegaba. En medio de esta angustia, surgió la propuesta audaz de Diego Fernández de Herrera. Convencido de que la defensa pasiva no bastaría, planteó a los caballeros locales un plan arriesgado pero potencialmente decisivo: atacar el corazón del campamento enemigo y eliminar a su líder.
La acción decisiva y un amargo final
Asumiendo un riesgo enorme, Diego Fernández de Herrera se disfrazó y se infiltró en el vasto campamento de Abū Malik. Esperó el momento oportuno con nervios de acero. La oportunidad llegó cuando las tropas jerezanas, siguiendo el plan coordinado, simularon un ataque ruidoso que hizo salir a Abū Malik de su tienda para evaluar la situación. En ese instante preciso, Diego actuó con rapidez y determinación, asestando el golpe fatal al caudillo enemigo. La muerte de Abū Malik sumió a las tropas benimerines en el caos y la confusión. Aprovechando este desconcierto, las fuerzas cristianas lanzaron un ataque fulminante que culminó en una victoria sonada para los defensores de Jerez. Sin embargo, la valentía de Diego tuvo un alto precio; las heridas sufridas durante la infiltración y el ataque resultaron mortales. Falleció pocos días después del triunfo, dejando tras de sí un legado de heroísmo. Fue sepultado con honores en la parroquia de San Marcos, y desde aquel día, su nombre forma parte de la historia de Jerez como símbolo de sacrificio por la libertad de su tierra. Su audacia no solo salvó a la ciudad de un destino incierto, sino que también demostró que la determinación y el coraje pueden cambiar el curso de los acontecimientos incluso en las situaciones más adversas.