La Historia la podemos leer, pero en Jerez además la podemos cantar. Sus calles se plagan de monumentos y casas solariegas que hablan del pasado. Pero sus canciones populares nos dejan numerosas huellas de aquél Jerez que a hurtadillas se cuela por nuestras voces cuando llega la época de las zambombas. Calle de San Francisco es una de ellas porque su letra nos habla y nos describe un barrio de nuestra ciudad en el que todavía hoy podemos buscar su huella. La denominación de calle de San Francisco desapareció de nuestro callejero, pero en Jerez todos sabemos que la canción habla de la calle Doña Blanca. Es larga, serena y con cuatro farolas, dice la copla, y está cerca de la Plaza, la plaza del mercado de abastos, pues en la canción cuentan como desde la calle Medina hasta la calle Doña Blanca, todo derechito se llega a la Plaza. En torno a la plaza siempre hubo bullicio, aún hoy lo hay, y fue una zona comercial que la inercia de la historia ha conservado.
El villancico navideño recoge el nombre de San Francisco que es anterior al actual de Doña Blanca, el cual le fue dado mediando el siglo XIX. Su actual trazado, ensanchado a la altura del edificio de la Plaza, es moderno, de mediados del siglo XX, cuando fueron derruidas las casas que ocupaban dicho espacio. En la actualidad, en su lugar, se abre una plazoleta triangular que estuvo ocupada, según cuenta Antonio Mariscal en Por las calles del antiguo Jerez, por un cine y por el antiguo bar “La Vega”; el cine “Salón de Jerez” desapareció y “La Vega” se trasladó. También hubo unos almacenes que se llamaban “Los Madrileños” y un café conocido como “El Racimo”.
Antes de la actual plaza de abastos, construida en 1885 por el arquitecto don José Esteve, en su solar se levantaban dependencias del convento de San Francisco y junto a él, se abría lo que llamaban el Patio de San Francisco donde, tras una verja cerrada, se disponía un mercadillo que era conocido como la Plaza de las Hortalizas, que es el precedente más evidente de la actual función de plaza de abastos. El actual edificio es una construcción realizada en piedra de sillería, bajo un estilo neoclásico austero, funcional, y muestra como elementos ornamentales su secuencia de arcos entre pilastras adosadas, sus frontones rectilíneos dibujando sus techumbres a dos aguas, pero es su cerámica vidriada y su arquitectura del hierro lo que lo hace un edificio singular.
La calle Doña Blanca recibe el nombre en honor de la reina doña Blanca, esposa que fue del rey don Pedro I, el cruel, la cual, de origen francés, fue repudiada por el rey a los pocos días de su matrimonio. Las causas no son ciertas para tal oprobio; quizás la falta de dote por el rey de Francia, o quizás los amores del rey Pedro I con María de Padilla, o ambas razones a la vez, quién sabe. Lo cierto es que la reina fue encarcelada desde entonces, en 1353, hasta el día de su muerte en 1361.
Muchas son las historias y leyendas acerca del encarcelamiento de esta reina. Torres de Doña Blanca tenemos en España desde la que se levanta junto al cementerio de Albarracín en Teruel, hasta la pequeña torre fortificada que, junto al Guadalete, en el término del Puerto de Santa María, conocemos como el Castillo de Doña Blanca. También se cuenta como estuvo enclaustrada en el Alcázar de Jerez, y allí parece fue asesinada por envenenamiento. La tradición afirma que fue por orden del mismo rey al alcaide de nuestro Alcázar, don Diego Ortiz de Zúñiga, el cual antes prefirió renunciar a su cargo que realizar tamaña felonía a la reina.
Lo cierto en todo ello, es que la reina murió en 1361, y fue enterrada en el convento de San Francisco de Jerez, en donde se levantó una lápida, por orden de la misma reina Isabel la Católica, reina de Castilla. El antiguo convento medieval fue reconstruido en el siglo XVIII, y los restos de la reina fueron recogidos en una caja de cedro y depositados en la cripta del actual templo, conservando su lápida en reconocimiento y memoria a doña Blanca. Jerez aprobó en 1852 llamar a la calle adjunta al convento como calle de Doña Blanca en honor de esta reina desgraciada.
En tiempos modernos, la calle siempre tuvo una función comercial en torno a la Plaza, y en ella vemos subsistir aún hoy ese dinamismo comercial y vital. Sus comercios lo son del día a día, y en Jerez aún desde las barriadas vemos como acuden nuestros conciudadanos a la compra del producto fresco. En torno a ella siempre hubo pequeños comercios, muchos de ellos familiares, que generación tras generación han ido configurando esta constante comercial.
En la calle Doña Blanca hemos visto tiendas y comercios aparecer y desaparecer, pero las generaciones recientes aún conservan en la memoria imágenes como los grandes escaparates de la “Juguetería Álvarez”, donde ascendían los juguetes, escalonados como montañas, sin aparente final, sino fuera por el mismo techo de la tienda. Otro que recordamos con claridad es “Simago”, el primer supermercado de Jerez que rompía en 1968 con el hábito de la compra en los ultramarinos en el mismo corazón de la ciudad. Junto a éste se levantaba la zapatería «La Bota de Oro» y frente a ellos el «Hotel Centro» cuyo edificio fue demolido para construir el actual centro comercial «Jerez Plaza». En la esquina de la calle Doña Blanca con Santa María, abierta ya al “Gallo Azul”, se disponía “Confecciones Mena”, una tienda de ropa femenina, a la que algunos, cuando éramos chiquillos, nos ruborizaba ir a comprar… cosas de la edad.
De aquellos comercios aún podemos ver la ferretería “La Tijera”. Este establecimiento ha cumplido durante estos días 86 años desde su fundación, empezando como una pequeña accesoria para afilar instrumentos cortantes, como se lee en su Licencia de Apertura firmada en junio del año 1936. El matrimonio don José Fernández González y doña Ana Orozco García la inauguraron con 23 y 18 años respectivamente. Un familiar de los fundadores, don José Manuel Morales, nos cuenta cómo tuvieron que cerrar el establecimiento acabado de abrir porque don José “fue movilizado para marchar al frente”; son los años de la Guerra Civil y España se desangraba en una guerra entre hermanos… Tras la guerra, el negocio creció, gracias al tesón familiar, ampliándose primero como cuchillería y luego, en 1956, como bazar y juguetería. La apertura de “Simago” significó un bajón en sus ventas, como ellos mismo reconocen, pero el comercio del centro de Jerez sabe lo qué es luchar contra la competencia de las grandes cadenas comerciales, y el establecimiento se reforzó ampliándose en 1971 como ferretería, como ahora la conocemos.
Nos cuenta don José Manuel Morales, que el comercio resiste aún hoy en día, y eso a pesar de un centro urbano más despoblado y mermado comercialmente por los grandes centros comerciales que se abren a las afueras de la ciudad. Sin embargo, “La Tijera” conserva sus clientes, y los renueva con las nuevas generaciones, puesto que su secreto radica en “el trato que se les da, pues la mayoría más que clientes, se sienten amigos”, como nos indica don José Manuel: los clientes agradecen el buen oficio y el buen trato con los dependientes del establecimiento. Mi misma madre, costurera de profesión y de pertinaz vocación, reconocía sus afilados de tijeras como los mejores de Jerez, y como somos de buena cuna, y una madre siempre lleva la razón, le concedemos a este establecimiento del centro de Jerez el título “De toda la vida”, una de esas tiendas que, como las farmacias 24 horas, sabemos que siempre están ahí, permanente e invariablemente ahí, en la calle Doña Blanca.