El Archivo Municipal de Jerez de la Frontera alberga documentos que no solo narran la vida local, sino que reflejan grandes convulsiones históricas de España. Un registro del 17 de noviembre de 1570 desvela una súplica inusual del Cabildo jerezano dirigida al rey Felipe II: una petición formal para que la ciudad fuera receptora de los moriscos expulsados de Granada. Esta decisión, nacida de la necesidad, ilustra de forma cruda cómo las crisis demográficas obligaban a las urbes a tomar medidas extraordinarias.
Un grito de auxilio: Hambre, peste y falta de vecindario
La Fecha clave: 17 de noviembre de 1570, marca un momento de gran vulnerabilidad para Jerez. El Cabildo, actuando como gobierno municipal, plasmó en sus acuerdos la urgente necesidad de repoblar el municipio. La causa era doble y devastadora: la ciudad se hallaba «falto de vecindario a causa del hambre y la peste«.
Las epidemias y las malas cosechas del siglo XVI golpearon duramente a la población andaluza. En este contexto de crisis demográfica, la petición al monarca buscaba una solución rápida y forzada: el traslado de parte de los moriscos sacados del reino de Granada.
El contexto de la gran deportación
La solicitud jerezana no fue un hecho aislado, sino una respuesta directa a un drama nacional: la dispersión masiva de la población morisca granadina. Tras la cruel Rebelión de las Alpujarras (1568-1571), el Rey Felipe II decretó la deportación de decenas de miles de moriscos, dispersándolos por el resto de la Corona de Castilla. El objetivo era desarticular su cohesión social, cultural y religiosa, y desvincularlos de su tierra de origen.
Para ciudades como Jerez de la Frontera, esta desgracia ajena representaba una oportunidad pragmática. El Cabildo buscaba mano de obra para las tareas agrícolas y artesanales, y nuevos contribuyentes que reactivaran la economía local paralizada por la escasez de habitantes. La necesidad de Jerez de la Frontera y los moriscos se cruzó en este punto de la historia.
El impacto de los moriscos granadinos en Jerez
La llegada de estos nuevos pobladores a Jerez de la Frontera supuso un desafío y un cambio en la estructura social de la ciudad. A diferencia de otras regiones del Reino de Sevilla, Jerez ya tenía una población morisca preexistente, aunque muy escasa tras la Reconquista. La llegada de los granadinos, con sus costumbres y, a menudo, su lengua árabe todavía activa, reavivó los problemas de integración y vigilancia.
La documentación inquisitorial y los registros civiles de la época reflejan la presencia de esta minoría y su situación de marginación. A pesar de que el Cabildo los solicitó por razones puramente económicas y demográficas, el colectivo morisco fue sometido a la presión de la Inquisición y de los cristianos viejos. Eran vistos con desconfianza por su supuesto criptoislamismo (práctica secreta de su fe) y su presencia fue más un paliativo demográfico temporal que una integración plena.
Los moriscos se dedicaron a menudo a oficios menos valorados o a trabajos en el campo, ayudando a sostener la economía agraria de la región, que dependía fuertemente de la viticultura y el cereal. El intento de Jerez de la Frontera y los moriscos por recuperar el pulso demográfico fue efectivo a corto plazo, pero no resolvió la tensión social.
El preludio a la expulsión definitiva
El acuerdo de 1570 demuestra que, al menos temporalmente, la Corona permitió que las ciudades en crisis usaran a los moriscos deportados como un recurso de repoblación. Sin embargo, este experimento social no duró. Las sospechas sobre la fidelidad, el miedo a las revueltas internas y la presión eclesiástica continuaron creciendo en toda Castilla.
La presencia de la minoría morisca en Jerez de la Frontera, al igual que en el resto de Andalucía, fue siempre vista con recelo. Finalmente, la situación culminaría con la Expulsión General de los Moriscos de toda la Península Ibérica a partir de 1609 bajo el reinado de Felipe III, desmantelando de forma definitiva cualquier contribución demográfica que hubieran podido aportar.
El documento del Archivo de Jerez es un valioso testimonio de cómo la desesperación por el hambre y la peste llevó a las autoridades locales a entrelazar la historia de Jerez de la Frontera y los moriscos en un trágico intento de supervivencia.
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