34 años de misterio resueltos: La Guardia Civil identifica a una joven gracias al ADN y la tecnología. ¡La esperanza para personas desaparecidas sigue viva!
Un misterio de tres décadas toca a su fin
La noticia ha impactado en los círculos policiales y la sociedad: la Guardia Civil ha logrado desentrañar un escalofriante misterio que se prolongaba por más de 34 años. Se ha identificado a una joven, vecina de Avilés y de 24 años en el momento de los hechos, que desapareció en 1990 y fue víctima de un homicidio en 1991. Este éxito rotundo es un faro de esperanza para personas desaparecidas y sus familias, demostrando que el tiempo, aunque cruel, no es invencible.
El punto de partida del caso se sitúa en 1995, cuando una madre denunció la ausencia de su hija, de la que no tenía noticias desde 1990. La mujer había estado cuidando de su nieta durante cinco largos años sin saber el destino de su hija. Aunque las gestiones iniciales no arrojaron resultados, el caso quedó en el archivo de personas desaparecidas, donde la perseverancia de los agentes y, sobre todo, la evolución del análisis de nuevos métodos de identificación, se convertirían en la clave.
El ADN y el “Crimen de Reyes”: Un enlace sorprendente
La resolución de este caso ha sido una auténtica obra de ingeniería forense e investigación retrospectiva. En mayo del año pasado, fruto de una de las revisiones periódicas de archivos, los agentes contactaron con la familia para tomar nuevas muestras de ADN. La abuela había fallecido, por lo que una segunda muestra fue tomada de la hija de la desaparecida, con la firme intención de cotejarla con bases de datos de cadáveres sin identificar.
Paralelamente, un estudio pormenorizado del expediente condujo a los investigadores a una antigua noticia: el conocido como «Crimen de Reyes». Ocurrido el 6 de enero de 1991 en Barros, el suceso relataba el homicidio de una mujer apuñalada y enterrada en cal viva, cuya identidad era desconocida en aquel momento. La Policía Nacional de Langreo detuvo en su día al culpable, cuya pareja, tras una discusión, confesó los hechos: el homicida la recogió haciendo autostop en Oviedo y la acuchilló durante un forcejeo por un intento de robo. El cuerpo de la víctima, oculto y en descomposición, nunca pudo ser identificado plenamente.
La colaboración policial que devuelve un nombre
El cotejo de un antiguo retrato robot de la víctima del homicidio con una foto de la joven desaparecida aportada por su familia mostró una correlación prometedora. Es aquí donde la coordinación con los demás cuerpos policiales fue esencial. La colaboración de los agentes de la Policía Nacional que investigaron el crimen en 1995 permitió recuperar la documentación y, crucialmente, los restos óseos que se hallaban conservados en el Departamento de Biología del Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses de Madrid.
Gracias a la diferencia abismal entre las técnicas de análisis de ADN de 1995 y las actuales, fue posible realizar un nuevo y exhaustivo análisis de los restos. El resultado final fue el esperado y a la vez sorprendente: los restos óseos hallados en 1995 se correspondían, sin lugar a dudas, con los de la persona desaparecida.
La Guardia Civil ha logrado, después de más de tres décadas de incertidumbre, poner nombre y apellidos a la víctima del homicidio y, lo más importante, comunicar a sus familiares su paradero. Este caso no solo cierra una dolorosa herida familiar, sino que se convierte en un símbolo de esperanza para personas desaparecidas. Demuestra que el avance de las tecnologías, los nuevos métodos de investigación, y la perseverancia, están posibilitando el esclarecimiento de hechos que en su momento eran imposibles. Es una clara señal de que la justicia, aunque lenta, puede prevalecer.
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