El reciente balance de intervenciones de la Policía Local de Jerez de la Frontera no solo subraya la labor asistencial de los agentes ante accidentes (como la caída de una conductora de patinete en la avenida Reina Sofía o el choque de un ciclomotor en la Zona Este), sino que destapa una realidad indignante que convierte nuestras calles en un circuito de peligro constante: la absoluta irresponsabilidad de una minoría que juega con la vida de todos.
No podemos normalizar que la Policía deba emplear recursos en asistir caídas evitables o choques en un entorno urbano, pero es aún más grave lo que revelan los controles de tráfico: una alarmante desidia hacia la normativa y la convivencia. Jerez está harta de que su seguridad vial esté secuestrada por el gamberrismo sobre ruedas.
Licencias cero y menores en el asiento delantero: La ley del ‘todo vale’
Los datos extraídos de un control rutinario en la avenida Blas Infante son un espejo de la impunidad que impera en ciertos círculos. Entre las denuncias interpuestas, dos claman al cielo y definen perfectamente este circuito de peligro:
- Denuncia por carecer de autorización para conducir. ¿Cómo es posible que un conductor se suba a una motocicleta o ciclomotor sin la licencia pertinente? Esta es una negligencia que va más allá de la multa; es un riesgo latente para peatones y otros conductores.
- Denuncia por circular con un menor en el asiento delantero. La irresponsabilidad alcanza niveles incomprensibles cuando se utiliza a un niño como un mero pasajero de riesgo, ignorando toda norma de seguridad y sentido común. Esto no es solo una infracción: es una temeridad inadmisible que pone en peligro una vida inocente.
El mensaje es claro: si no tienen el permiso para conducir, si ponen en riesgo a sus propios hijos, ¿qué respeto pueden tener por la seguridad del resto de ciudadanos de Jerez?
La ‘KDD’ de la vergüenza: Conducción anómala y desafío a la autoridad
La situación se agrava al conocer las actuaciones en la Zona Norte, cerca del Complejo Chapín. Allí, se ha procedido a denunciar a ocho personas por conducción anómala de motocicletas.
Este tipo de conductas —que incluyen caballitos, excesos de velocidad y maniobras temerarias— no son solo una moda juvenil; son actos de desprecio absoluto hacia las normas de convivencia y seguridad. Calles y avenidas, pensadas para el tránsito seguro, se convierten en un circuito de peligro improvisado, obligando a los vecinos a soportar el ruido, el miedo y la sensación de abandono.
La pregunta es: ¿hasta dónde tiene que llegar esta escalada de irresponsabilidad para que se ponga un freno definitivo? El esfuerzo de la Policía Local es encomiable, pero la solución requiere mano dura y tolerancia cero con aquellos que convierten la vía pública en su circuito de peligro particular. ¡Basta ya de impunidad!
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