La Batalla del Guadalete en 711, con el Rey Rodrigo a la cabeza, supuso el colapso del reino visigodo y el inicio de Al-Ándalus. Descubre el papel crucial de los «campos de Jerez» en este trascendental choque histórico y por qué esta derrota cambió para siempre el destino de la península.

El día 16 de octubre del 711: Un lunes fatídico en los campos de Jerez

La historia de Jerez de la Frontera, una ciudad con profundas raíces en el vino, el caballo y el arte, es también la historia de un punto de inflexión fundamental para la Península Ibérica. Según crónicas que han perdurado a través de los siglos, fue el 16 de octubre del año 711 cuando el rey visigodo Don Rodrigo, el último de los Godos, libró la primera batalla a los moros en estos campos de Jerez. Este enfrentamiento, hoy universalmente conocido como la Batalla del Guadalete, no fue un simple episodio bélico, sino el choque que precipitó el fin de la Hispania visigoda y abrió las puertas a ocho siglos de dominio islámico, marcando el nacimiento de Al-Ándalus.

¿Dónde ocurrió realmente la Batalla del Guadalete? La disputa histórica

A pesar de que las crónicas locales sitúan esta batalla en los «campos de Jerez», la ubicación exacta de la Batalla del Guadalete sigue siendo objeto de un intenso debate historiográfico. El nombre tradicional se debe a su cercanía al río Guadalete, pero los estudios más recientes, basándose en la Crónica Mozárabe del 754 (la fuente cristiana más cercana a los hechos), sugieren que el enfrentamiento pudo haber ocurrido en los llamados Montes Transductinos, ubicados más al sur, probablemente cerca de la Laguna de La Janda o en las cercanías de la actual Tarifa. No obstante, la tradición y la toponimia enraizaron el evento a esta zona, haciendo que el nombre de Batalla del Guadalete se fijara en el imaginario colectivo y en los textos.

El desastre visigodo: La traición y Táriq ibn Ziyad

El ejército visigodo, comandado por Rodrigo, se enfrentó a las fuerzas del Califato Omeya, principalmente bereberes, dirigidas por el general Táriq ibn Ziyad (cuyo nombre quedó inmortalizado en el peñón de Gibraltar, Yabal Táriq, «la montaña de Táriq»). La derrota de los godos en la Batalla del Guadalete no solo fue militar, sino también política. Se menciona en varias fuentes, incluida la Crónica Mozárabe, que la clave de la catástrofe fue la traición o el abandono de una facción del ejército visigodo, posiblemente los partidarios de los hijos del anterior rey, Witiza, que vieron en el invasor una oportunidad para derrocar a Rodrigo.

La batalla duró varios días (algunas fuentes señalan del 19 al 26 de julio, mientras otras optan por la tradición jerezana del 16 de octubre) y terminó con el colapso total de las fuerzas visigodas. El propio rey Rodrigo desapareció sin dejar rastro, lo que alimentó la leyenda y simbolizó la desaparición de un Estado que ya estaba profundamente debilitado por luchas dinásticas internas y una fuerte división social.

Consecuencias inmediatas: De Guadalete a Al-Ándalus

La derrota en la Batalla del Guadalete fue un punto sin retorno. La pérdida de la élite militar y política dejó a Hispania inerme. Táriq ibn Ziyad, aprovechando la desorganización, avanzó rápidamente. En poco tiempo, la capital visigoda, Toledo, cayó sin apenas resistencia. A partir de ese momento, la conquista se aceleró de forma asombrosa. En menos de una década, casi toda la península, a excepción de una pequeña franja en el norte, se convirtió en parte del mundo islámico bajo el nombre de Al-Ándalus. La trascendencia de la Batalla del Guadalete es, por lo tanto, incalculable: marcó la caída de un reino y el inicio de una nueva era cultural y política en la península.

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