El 2 de agosto de 1922 fallecía Alexander Graham Bell, un nombre fundamental en la historia de las telecomunicaciones. Bell es mundialmente conocido por haber patentado el teléfono en Estados Unidos en 1876, a pesar de que el invento ya había sido desarrollado con anterioridad por el italiano Antonio Meucci. Sin embargo, su contribución al avance tecnológico y científico fue mucho más allá, consolidando su legado como un verdadero pionero.

Un visionario del sonido y la transmisión

Un artículo de «El Mundo Científico» de 1903 describe la trayectoria del inventor, nacido en Edimburgo, Escocia, en 1847. Tras trasladarse a Boston, Bell ocupó la cátedra de Fisiología Vocal en la Boston University en 1873. Desde entonces, se dedicó apasionadamente al estudio del sonido y la transmisión de la voz humana a distancia. Su proyecto se basó en la acción de las corrientes y los imanes, y en 1876, en la Exposición Universal de Filadelfia, asombró al mundo con su teléfono electro-magnético. Con él fue posible transmitir la palabra a lo largo de alambres que conectaban los puntos más distantes del evento.

Filantropía y avances científicos

Gracias a la fama y los beneficios de su invento, Bell alcanzó una gran estabilidad económica que dedicó a la investigación y el estudio. La Academia de Ciencias de París le otorgó el premio Volta de 50.000 francos, y también recibió títulos honorarios de diversas universidades de Europa y América. Aunque su residencia principal estaba en Washington, Bell viajaba con frecuencia y dejaba una huella imborrable a su paso, colaborando con numerosas corporaciones científicas y de beneficencia.

Un ejemplo de su filantropía es la fundación del Volta Bureau en Georgetown en 1883. Este instituto, financiado con el importe del premio Volta y donaciones personales, se dedicó a la educación de personas sordomudas y alberga una de las bibliotecas más importantes sobre esta rama de la pedagogía moderna. Además, la Asociación Smithsoniana se benefició de importantes subvenciones de Bell, como la de 5.000 dólares para los estudios de aerostación del Dr. Langley. También, la Sociedad Geográfica Nacional, de la cual fue presidente, pudo inaugurar un nuevo edificio gracias a sus iniciativas.

El «teléfono Bell» en el mundo

Alexander Graham Bell

Ya en 1878, «La Gaceta Industrial» se hacía eco del «teléfono Bell», un aparato simple pero que abría un campo inmenso de aplicaciones. Madrid tuvo el honor de ser la primera capital en ver pruebas exitosas del invento, gracias al cuerpo de telegrafía. La revista «Crónica de la industria» en enero de 1877 también reflejó la presentación del teléfono en Francia.

En la sesión del 29 de octubre de 1877 en el Instituto de Francia, el «telégrafo hablando» fue presentado por el señor Breguet, sorprendiendo al cuerpo científico. La invención había sido recibida inicialmente con incredulidad en Europa, especialmente en Francia, pues los diarios americanos hablaban con un entusiasmo extraordinario de transmisiones de la voz humana y música a distancias de 30 kilómetros, e incluso a 1.000 kilómetros con claridad, aunque débil. El propio Breguet, tras las pruebas, admitió: «No puedo dormir». El teléfono abrió la puerta a innumerables posibilidades, anticipando, incluso en un artículo el 10 de octubre de 1906, la telefonía sin cables.

Alexander Graham Bell

Fotografía © Biblioteca Nacional de España

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