
Ya tuvimos ocasión de mirar atrás y ver cómo la vida de los esclavos en Jerez nos reservaba algunas sorpresas. Aquellas fiestas en las calles que organizaban a mediados del siglo XV, aunque quizás generaban algún que otro dolor de cabeza en cuanto a la seguridad de la ciudad, nos mostraban un aspecto poco conocido de su existencia. Ahora, retrocedemos unos años más, hasta septiembre de 1520, y las actas capitulares nos desvelan otra faceta de aquella realidad, que tampoco dejaba indiferentes a los responsables municipales de la época.
En un acuerdo de cabildo de 17 de septiembre de ese año, se aborda un asunto que, por lo visto, se había vuelto notable. Los esclavos, en un número que el texto califica de importante, se estaban reuniendo en las tabernas de la ciudad. Y no solo se reunían, sino que también jugaban y bebían. Esta situación, al parecer, iba en contra de las ordenanzas vigentes en aquel momento.
La situación detectada sobre los esclavos
Según se recoge en el documento histórico, la preocupación principal giraba en torno a la presencia de un «gran número» de esclavos congregados en estos establecimientos. La acción de beber y jugar en las tabernas no era una simple reunión social a ojos de la autoridad municipal, sino que se interpretaba como una actividad que podía derivar en problemas. Se menciona que de esta causa «se hazen malos», lo que sugiere una asociación entre estas reuniones y posibles altercados o comportamientos perjudiciales. Además, se apunta a una consecuencia directa que afectaba a sus propietarios: «se huyen a sus amos», indicando que las tabernas podían ser un punto de encuentro o el preludio de fugas.
Las propuestas sobre la mesa
Ante este panorama, los miembros del cabildo plantearon medidas para intentar controlar la situación. Se propuso que se pregonara una prohibición clara dirigida a los taberneros: que bajo pena no dieran de comer ni de beber a «nyngun esclavo», en cumplimiento de la ordenanza existente. Pero la preocupación iba más allá del simple consumo. El texto añade una prohibición interesante para los taberneros: «ni conpre de esclavo trigo ni vino». Esto nos da una pista sobre la posible actividad de algunos esclavos, sugiriendo que podrían estar involucrados en algún tipo de corretaje de trigo y vino o en pequeñas transacciones. Esto podría interpretarse como que este grupo había conseguido ciertas libertades o autonomía económica que no se ajustaban a la norma, o simplemente que se aprovechaban de estas ventas informales.
Para los esclavos que fueran encontrados jugando, las propuestas incluían la intervención de la autoridad encargada del orden público: que los «amenaze» y les quitase el dinero que estuvieran jugando. Se acordó que estas prohibiciones se hicieran públicas mediante pregón y que se considerara la elaboración de una nueva ordenanza específica para regular este asunto, designando a personas responsables de su cumplimiento.
La visión de la autoridad
La autoridad principal del momento mostró una postura que, si bien abogaba por la aplicación de la normativa existente, también dejaba la puerta abierta a ir más allá si la situación lo requería. Se indicó que se actuara «con toda diligençia» conforme a la ordenanza. Pero, al mismo tiempo, se añadió que «sy otra cosa pareçiere a la çibdad la que se deva fazer que se mire la ordenança para que por el primero dia de cabildo vea lo que se debe fazer». Esto sugiere una flexibilidad para evaluar en futuras reuniones del cabildo si las medidas basadas solo en la ordenanza eran suficientes o si se necesitaban acciones adicionales para atajar el problema de la presencia de esclavos en las tabernas. Se manifiesta el compromiso de seguir de cerca el tema.
Este fragmento de las actas capitulares de 1520 nos ofrece una pequeña ventana a la vida cotidiana y los desafíos sociales de Jerez en el siglo XVI, mostrando cómo incluso las actividades de ocio de la población esclava eran objeto de regulación y preocupación por parte de los poderes locales.
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