
El Boletín Oficial del Estado (BOE) nos revela detalles inéditos sobre la Cartuja de Jerez. ¡No te pierdas este documento histórico!
Sumérgete en la historia de la Cartuja de Jerez a través del BOE de 1856. Descubre la crisis que puso en peligro este emblemático monumento
En el corazón de Jerez de la Frontera, se alza el majestuoso Monasterio de la Cartuja de Santa María de la Defensión, un monumento que respira historia y arte. Sin embargo, su existencia ha pendido de un hilo en diversas ocasiones. Un episodio particularmente crítico tuvo lugar en el siglo XIX, un período oscuro que casi borra del mapa este tesoro arquitectónico. Un documento del Boletín Oficial del Estado (12 de mayo de 1856) sirve como testimonio escalofriante del estado de abandono y la inminente ruina que amenazaba al monasterio.
En pleno siglo XIX, el Monasterio de la Cartuja, uno de los tesoros arquitectónicos y artísticos más emblemáticos de Jerez de la Frontera, se encontraba al borde de la ruina. Esta afirmación, lejos de ser una exageración, se basa en un informe detallado que revela el lamentable estado en el que se encontraba el edificio tras veinte largos años de abandono, desde la desamortización de bienes eclesiásticos. Este período de desidia tuvo consecuencias devastadoras para la estructura y el valor artístico del monasterio.
Las inclemencias del tiempo, sumadas a la falta de mantenimiento, habían hecho estragos. Las lluvias torrenciales y los fuertes temporales del invierno de 1855 acentuaron la degradación, provocando hundimientos en varias partes del monasterio. El agua se filtraba por doquier, debilitando muros, bóvedas y techos. La situación era crítica y requería una acción inmediata para evitar el colapso total.
La voz de alarma resonó en noviembre de 1855, cuando el comisionado de ventas de bienes nacionales alertó al Gobierno sobre la situación crítica del monasterio. Esta llamada de atención desencadenó una inspección técnica que confirmó los peores presagios. El edificio estaba en un estado ruinoso generalizado. Las dependencias principales, que una vez albergaron la vida monástica, se encontraban en condiciones deplorables.
Las dependencias principales, como la cocina, el patio, el almacén, la celda prioral, la botica y la hospedería, se encontraban en condiciones irrecuperables. Los muros, antaño sólidos y majestuosos, presentaban grietas profundas, testimonio del paso del tiempo y la falta de cuidado. Las bóvedas, debilitadas por las filtraciones de agua, amenazaban con derrumbarse en cualquier momento. El panorama era desolador.
El informe de la inspección técnica no escatimó en detalles sobre el deterioro del monasterio. Los tejados estaban cubiertos de higueras y otras plantas que habían echado raíces en las juntas de los materiales, exacerbando el deterioro. Esta vegetación, lejos de embellecer el edificio, contribuía a su destrucción, actuando como cuñas que ensanchaban las grietas y facilitaban la penetración del agua. Las cubiertas de la iglesia y de las capillas anejas sufrían desprendimientos de adornos de estuco, y los arcos del patio estaban al borde del colapso. La riqueza artística del monasterio se perdía a pasos agigantados.
La situación era tan grave que se requirió la intervención de expertos. El arquitecto Carlos Gazolo, director de caminos vecinales y maestro de obras, certificó que la iglesia y otras partes monumentales, como el claustro principal y la capilla de los Caminantes, requerían intervenciones urgentes y costosas para evitar su desaparición total. Su diagnóstico fue contundente: la Cartuja se encontraba en una situación de extrema fragilidad. Las celdas del patio principal ya eran irreparables y los techos se desplomaban a diario. Algunas dependencias, como la cocina principal, la tahona y las habitaciones de la antigua servidumbre, fueron declaradas completamente inútiles para su reparación. La demolición parecía ser el único camino.
En enero de 1856, la Dirección General del ramo ordenó la demolición de las partes más peligrosas y la subasta del edificio. Sin embargo, la Autoridad Civil de la provincia, consciente del valor histórico y cultural del monasterio, intentó una última maniobra para salvarlo. Se llevó a cabo una nueva inspección en febrero de ese año, pero el veredicto fue claro: la mayoría del monasterio estaba en ruinas. A pesar de este desalentador dictamen, la Cartuja logró sobrevivir.
La Cartuja de Jerez representa mucho más que un conjunto de piedras y muros. Es un símbolo de la historia, la cultura y la espiritualidad de la región. En 1856, el peligro de perder este patrimonio era una realidad acuciante. Este episodio histórico nos recuerda la importancia vital de la conservación y la preservación de nuestro patrimonio. Aunque la Cartuja superó esta crisis, la lección permanece: el abandono y la indiferencia son los mayores enemigos de nuestra historia compartida. La supervivencia de la Cartuja es un testimonio de la resiliencia del patrimonio y la importancia de su cuidado para las generaciones presentes y futuras.
¡Accede al texto íntegro del Boletín Oficial del Estado de 1856 y conoce en detalle la amenaza que pesaba sobre la Cartuja de Jerez!